hijos del arbol

Los Hijos del árbol
Exposición de muebles de Rodolfo Morales y Miguel Gutiérrez, dibujos de Luis Fernando Quirós, Galería del Auditorio Roberto Sasso, Veritas, 4 junio al 4 julio 2008.

...Árbol diez veces productor:
el de la poma sonrosada,
el del madero constructor,
el de la brisa perfumada,
el del follaje amparador…
Gabriela Mistral
Luis Fernando Quirós, Miguel Gutiérrez y Rodolfo Morales traducen en este diálogo expositivo algo que los identifica más allá de la amistad y el oficio: su relación visceral con la madre Naturaleza. Asumen el árbol como emblema ineludible de fuerza, belleza y espiritualidad y se reconocen como comprometidos partícipes en sus permanentes mutaciones.
Los exquisitos dibujos de Luis Fernando captan las imágenes cambiantes, orgánicas, vivas que descubre como experimentado observador en cortezas, troncos, ramas, y hojas, que le permiten sumergirse en un universo complejo e inabarcable que no define límites entre el ser humano y el ser árbol.
Impacta la riqueza visual de la serie La gran madre del Barranco, 2008 a la que la gama cromática elegida y la fuerza de trazos expresionistas aportan un sugerente dramatismo que alude a la permanente alternancia entre lo sensual y lo grotesco, la vida y la muerte, la alegría y el dolor que le dan sentido a la vida. Otros de sus dibujos muestran una visión más sosegada del entorno y un discurso que se regodea en la sinuosidad de líneas inspiradas en la estructura básica del árbol o en los enlaces que conserva cuando emerge de la tierra. Todas las imágenes identifican al incansable buscador de las potencialidades expresivas de las formas puras y de las relaciones esenciales entre el hombre, los objetos y el universo en función de la autenticidad del diseño. Todas ellas son portadoras de la indiscutible magia de su sensibilidad poética que logra redimensionar en estas piezas a través de un notable dominio del dibujo y la acuarela.
La propuesta de mobiliario de Miguel Gutiérrez añade especial fuerza a la riqueza conceptual que ofrece la muestra. Altos contrastes entre suavidad y aspereza, acogida y rechazo - resueltos con magistral virtuosismo en la pieza Mesa con asientos, 2006 - ponen de relieve ingeniosidad e imaginación para hacer del mueble un hecho comunicativo que trasciende la inmediatez de su utilidad y se involucra con problemáticas inherentes a la condición humana. La participación del espectador-usuario en el acabado de la pieza, a través de la estrategia lúdica, deviene vehículo inesperado de reflexión y diálogo acerca del reto de la elección como parte componente de las experiencias cotidianas.
Con indudable vocación escultórica este artista explora la esencia del árbol. Sus muebles aprovechan al máximo los contrastes cromáticos que proporcionan las vetas internas de los troncos y las cualidades texturales que se derivan de los usos anteriores de la madera logrando una propuesta de belleza y elegancia impresionantes. A ello se añade la riqueza metafórica que le adjudica a sus conjuntos mediante la frecuente presencia de otros materiales como el hierro oxidado que reiteran el valor estético -a partir del replanteamiento funcional- del objeto recuperado.
Rodolfo Morales, por su parte, hace gala de su indiscutible magisterio cuando propone trasladar fragmentos de naturaleza a los espacios más íntimos del hogar. Su propuesta recupera del árbol la sofisticada elegancia que se reconoce en su estado natural -sustantivado en Lámpara, 2007- y en las respetuosas intervenciones que realiza en los troncos, estructura y motivo reiterado en sus trabajos como artífice del mueble. El uso poético de la versatilidad cromática de la madera, su reverencia ante los testimonios que alberga, la recurrencia al diálogo con materiales industriales como el vidrio, el aprovechamiento funcional de las texturas naturales y un eficaz e innovador manejo del reciclado definen una propuesta personal donde el valor adjudicado a lo orgánico es el indiscutible protagonista de los refinados diseños.
Hijos del árbol avala ampliamente el significado de la condición que se adjudicaron sus protagonistas. Es una suerte de tributo compartido a la sublimidad de la Naturaleza en cuyos frutos –en estado natural o reelaborados- se revela la magnitud de su belleza y poder infinito.
El aura que rodea a estas piezas hechiza de un modo particularmente seductor, ha de ser porque conservan vivo el espíritu del árbol mediante las claves que definen su esencia: elegancia, sensualidad, resistencia, huellas del tiempo e indudable sentido de la acogida y la funcionalidad.